LEE ESTE CUENTO MUY DESPACIO Y PREGUNTA LO QUE NO ENTIEDAS
Érase una vez la boca de un niño tan, pero tan
bonita, que los que allí vivían estaban felices de pertenecer a ella, pero eso
incluía a: los labios, la lengua y los dientes, pero sobre todo los dientes
eran los más orgullosos.
Todos los dientes estaban tan, pero tan limpios,
que unos podían verse en los otros.
Pero había un diente que era diferente a los demás, estaba muy, pero muy sucio, estaba tan
atrás, que el cepillo no lo alcanzaba y aunque cada vez que el cepillo pasaba
cerca, él se estiraba hacia adelante para tratar que lo limpiaran, no lo
conseguía nunca y por esto él estaba muy triste.
Unos cuantos
dientes al ver esta situación se reunieron y decidieron que debían sacarlo de
la boca:
- ¡Que lo saquen, Que lo saquen!, -gritaban todos-.
El dientecito sucio se acurrucaba muy asustado, él
también quería estar limpio pero no sabía cómo arreglar el problema. El susto
aumentaba a cada momento, y más y más dientes se unían a los primeros dientes
con el objeto de sacar al pobre dientecito sucio y tirarlo a la basura.
Pero como siempre, en esas situaciones
desesperadas, cuando creemos que todo está perdido, siempre aparece un amigo
que nos ayuda. Uno de los incisivos, que es uno de los dientes más elegantes e
importantes de la boca, era un verdadero y leal amigo de nuestro querido
dientecito sucio aunque él no lo sabía.
Este incisivo
levantó su potente voz y exclamó:
- No señor, el dientecito sucio no saldrá de
nuestra boca, porque aquí todos somos importantes e iguales y por ello, debemos
reunirnos y buscarle una solución al problema de nuestro compañero.
Y en ese momento todos los dientes se miraron a los
ojos avergonzados de lo que habían tratado de hacer. Se reunieron los cuatro
dientes más viejos y más sabios, llamados las muelas del juicio, para buscar
una solución.
Pero pasaban los días y no encontraban ninguna,
entonces decidieron convocar una asamblea genera.
Para ello llamaron a los demás dientes pero por más
que hablaron y discutieron no llegaron a ninguna solución.
Al poco tiempo
el diente más pequeño, ese al que nunca escuchaban por ser un diente de leche y
más joven, decidió hablar fuerte para que escucharan su idea.
Compañeros, disculpen, todo lo que necesitamos para
solucionar este difícil problema que desespera y afecta a todos, es fabricar un
cepillo especial y tan, pero tan largo, que pueda llegar hasta nuestro amigo
"el diente sucio".
Asombrados, todos se vieron las caras y después de
entender lo expuesto por el joven diente, todos gritaron de alegría:
- ¡Viva, Viva, Viva!, esa es la solución, hemos
conseguido la solución.
El diente sucio
saltó de la emoción y fue a darle las gracias. Sin perder más tiempo se
pusieron manos a la obra, buscaron un palo muy largo y todos se pusieron manos
a la obra: los incisivos, los caninos, los molares y los premolares.
Después de un duro trabajo, el cepillo más
importante y más largo del mundo estaba listo para entrar en acción.
Todo estaba preparado para iniciar la faena de
limpieza. Y el dientecito sucio estaba feliz, muy orgulloso
Todos los dientes tomaron el cepillo, los labios y
la lengua también estaban colaborando y todos unidos gritaban:
- Uno... Dos... y Tres... Adelante... Uno... Dos...
y Tres... Atrás...
Y así
continuaron hasta quitar lo sucio por completo. Por fin, el dientecito sucio se
transformó en el diente más limpio de todos.
Después de mucho trabajar acordaron hacer una gran
fiesta con piñata y todo.
A partir de ese día todo fue felicidad; todos los
dientes brillaban de orgullo y satisfacción porque había surgido la amistad, la
confianza, la unidad y la colaboración entre ellos.